domingo, 26 de febrero de 2017

Un marciano en Miami

Capitulo I

Estimados lectores.

Ya hace tres años que llegué a la ciudad de Miami, crisol de todas las comunidades hispanas. Donde o bien por la carencia del inglés, o por la gustosa complacencia de sentirse como en su casa, se asientan de forma masiva en este territorio, cubanos, colombianos, hondureños, nicaragüenses y venezolanos entre otros, haciéndome experimentar con excesiva frecuencia la impresión, de no estar viviendo en los Estados Unidos, sino en barrios de hispanos donde lo folclórico y pintoresco actúa como sello de identidad popular; y también, porque no decirlo, donde la cultura media, la educación cívica y los valores de convivencia son muy escasos o simplemente desconocidos. Pero a pesar de encontrarme con tal escenario, llegaba con las alforjas llenas de ilusión, animado y dispuesto a compartir una rica experiencia de más de 20 años adquirida en Europa. Viví en España y estuve siempre vinculado al mundo del Arte, a veces como creador y casi siempre en la docencia, formando a talentosos alumnos que quisieron incursionar en el fascinante mundo del dibujo y el color, y que hoy se abren paso en la vida como excelentes pintores y creadores, para orgullo de quien les escribe. Llegaba con ilusión decía, con la anhelada idea del reencuentro estable y prolongado con la familia, la que sólo podía visitar muy de vez en cuando, cuando el tiempo y el dinero lo permitían en los períodos de descanso vacacional; y desde luego y no menos importante, con el deseo de compartir y abrazar a los amigos de siempre, aquellos con los que forjas la amistad a partir del cariño, la admiración y el respeto mutuo; mis amigos de siempre, y también a los más recientes, pues no sólo el tiempo consolida fuertes lazos de unión.

Pero como en casi toda relación temprana, la felicidad reinó sólo en los primeros meses, y poco a poco me fui adentrando en una realidad menos amable y vacía de nobleza, a la que he llegado a considerar como a un frío laboratorio de marcado consumismo y agresivo individualismo, donde todos en alguna medida son víctimas del paranoico entramado; y digo todos, aunque siempre hay, claro, sus extrañas excepciones. Aquí es donde se hace cierta la frase: “The time is money”, donde evidentemente se vive para trabajar y no se trabaja para vivir, y donde no es considerado rasgo de mal gusto, ni de falta de educación, hablar de la cantidad de dólares que te pagan por hora de trabajo. Donde el éxito se mide por la cantidad de “cosas” que puedes comprar y no por el tiempo del que puedes disfrutar de ellas, aquí el tiempo libre es valorado por muchos, como “tiempo improductivo”, o escenario para personas de poco éxito, vagos y perezosos. Aquí es donde trabajar 12, 13 y hasta 14 horas diarias es sinónimo de incremento del éxito laboral, pues sólo así tu cheque quincenal resultará mucho más jugoso para pagar las deudas y facturas (los “billes”, como suelen llamarlo) y que curiosamente también sirve para comprar refuerzos vitamínicos y estimulantes energéticos y así apuntalarte el cuerpo que no deja de emitir síntomas de agotamiento y deterioro.

Pienso que esta realidad responde a la necesidad psicológica de acopiar aquellas “cosas” que nunca se soñó tener en los países de origen, casi todos del entorno latinoamericano, los cuales en su inmensa mayoría, resultan ser escenarios de generalizada pobreza y grandes diferencias sociales.

Soy de la opinión, después de haber vivido varios años en Europa, lo cual me permite comparar con un cierto conocimiento de causa, que para que un país deba ser llamado del “primer mundo”, en un sentido plurivalente en lo social y humano, éste no debe medirse sólo por su alto desarrollo económico, sino por aquellos factores que están relacionados directamente con la vida espiritual y de crecimiento personal de su población, haciendo de ello, un resultado mucho más rico y placentero en términos de amplia educación cívica y conciencia social. Uno de los ejemplos que nos permiten ilustrar esta afirmación, es la posibilidad que tiene una persona de disfrutar de su tiempo libre, algo que le permitiría realizar actividades en beneficio personal y que le ayuden a gozar de una mejor calidad de vida; de este modo,  no será nunca más importante las cosas que uno puede comprar y tener, sino para qué las tienes y sobre todo, en qué te van a influir o ayudar para que su vida sea mejor y más saludable, ayudándote a superarte física e intelectualmente como individuo en un entorno social. En pocas palabras, lo que en Europa se conoce como “el estado del bienestar”, que sin duda sí está presente, a pesar de lo circunstancial de la realidad actual que se vive. Aquí no he logrado encontrar aún algo que me lo recuerde. Y es que para ello, es importante que sean resueltos algunos aspectos relacionados con la seguridad social, como una salud (pública y privada), la educación, (tanto académica como cívica), la amplia cultura y los medios de transporte entre otros.

En cuanto a este último aspecto relacionado con el transporte,  hoy puedo decir que Miami por ejemplo, se ha convertido en un territorio muy incómodo para la circulación y ya pide a gritos un serio estudio demográfico porque no hay espacio para tantos residentes. Miami tiene una densidad poblacional de más de 4.770 personas por kilómetro cuadrado, En promedio, sus habitantes gastan más de 64 horas al año en atascos. Las carreteras a pesar de ser muchas y muy anchas, resultan insuficientes para el flujo de vehículos que por ellas circulan; pero esto no parece importarle a políticos y empresas constructoras que siguen haciendo oídos sordos a este agravante problema y continúan construyendo cientos de casas, agrupadas en descomunales condominios, donde cada miembro de las familias residentes en los mismos, precisa desplazarse en un automóvil; ya que el transporte público es escaso, inexistente y en cualquier caso, siempre ineficaz. Unido a esto, está el hecho de que obtener un permiso de conducir en esta ciudad lo cual es sorprendentemente fácil y muy barato, (apenas unos 50 dólares), y la serie de preguntas a las que eres sometido en los exámenes teóricos, las puede superar un adolecente de cuestionada inteligencia, o una mascota bien adiestrada; bueno, realmente a este último le he visto hacer cosas mucho más complejas. Evidentemente, poco o nada importa quien salga a conducir un automóvil y el riego que ello conlleva. El “negocio” no está en las escuelas para conductores de vehículos y poco importa la seguridad y la educación vial, lo realmente importante aquí es la venta de automóviles y las siempre crecientes tarifas de las compañías de seguros, que ven aumentar sus beneficios cada año de manera ingente gracias a las decenas de accidentes que ocurren diariamente en las carreteras de esta ciudad, muchos de ellos con resultados muy lamentables.

¡Y para qué hablarles del servicio público de transporte! Aquellas personas que por necesidad tienen que hacer uso de él, deben ser considerados como auténticos héroes y virtuosos estrategas con planos en mano. Los horarios de recogida en las paradas, pueden ser tan variables como las oscilación de la bolsa en el mercado. Por otra parte, las rutas responden a un complejo e ineficaz tratado de geometría donde a veces para desplazarse de un punto a otro de relativa cercanía, debes disponer de hasta tres
autobuses. Y es que las rutas se diseñan con arreglo a una cuadrada retícula de calles y avenidas que hace imposible los trayectos de curvos recorridos los cuales ofrecerían una mayor comodidad y eficiencia para las recogidas de los pasajeros. Por otra parte, los otros servicios de transporte público como el Metrorail, Metromover y los Trolley resultan más que una alternativa eficaz de movilidad, un recurso curioso para aventureros turistas, que gustan más del disfrute y la ociosidad, que del aprovechamiento del tiempo. Realmente dar una solución al serio problema del desplazamiento de las personas que viven y trabajan en esta ciudad, se ha convertido en todo un reto, que se ha ido dejando de la mano durante muchos años y hoy en día resulta ser un grave problema.

Como decía al principio de este artículo, ya hace tres años que llegué a esta ciudad y aún me siento como un marciano en Miami, espero que esa sensación cambie, pero mientras tanto, seguiré compartiendo con todos ustedes mi experiencia en nuevos comentarios que abordaran otros aspectos relacionados con mi estancia en este lugar que muchos llaman, “la tierra de las oportunidades”.

Hasta la próxima entrega.

Amaury Suárez

2 comentarios:

  1. Buena tardes , me gustaría poder hacerle alguna pregunta sobre su mural en una fachada en Castellón , le dejo mi correo por si puede contactar conmigo
    Davidqtj@gmail.com

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    1. Estimado David.
      Ya me puse en contacto con usted, por via e-mail. Estoy a su disposicion para cualquier duda.
      Un saludo
      Amaury

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